(2014-2016) PROYECTO “ARQUEOLOGÍA Y DIBUJO CONTEMPORÁNEO en el MUSEO DE CÁDIZ”
Los sarcófagos antropomorfos fenicios son una de las piezas arqueológicas más singulares del Museo de Cádiz. Fueron descubiertos en fechas distintas, el masculino en 1887 y el femenino en 1980, en dos lugares diferentes de la ciudad de Cádiz. Los dos son de mármol tallado y pulido, compuestos de dos piezas, caja y tapa, y han sido fechados hacia el 470 – 450 a. n. e.
Cuando dibujo estos sarcófagos lo primero que pienso es en la persona para la que fueron hechos o la persona que los usó: ¿quién fue? ¿cómo era? ¿cómo vestía? Mi pregunta no me lleva a una indagación histórica, sino más bien a pensarla como una persona viva.
La arquitectura y disposición de la sala “II. Colonizaciones” del Museo de Cádiz me sugirieron rápidamente que mis dibujos ocuparían las caras de los dos pilares que enmarcan los dos sarcófagos. La anchura de los pilares imponía una medida a la que necesariamente tenía que ajustarme, pero no quería que mis figuras se alejaran excesivamente del tamaño del natural, así que para ocupar toda la altura y para no tener que agigantar las figuras era necesario incluir dos amplias cenefas.
En mis dibujos conservo los elementos característicos de la pieza arqueológica: sus proporciones y la configuración general de sus partes así como los detalles que la identifican. Por ejemplo, la fruta que sostiene el hombre en su mano izquierda, o el tipo de peinado de la mujer.
En el personaje masculino no he respetado la forma del pelo ni la de la barba porque son demasiado pesadas y no identifican claramente ni la época fenicia, ni tampoco ningún rasgo singular del personaje. Además, los volúmenes del pelo y de la barba anulan la cara. Por eso he sustituido toda la cabeza masculina por otra que fuera más acorde con la del sarcófago femenino. Los dos dibujos iban a mostrarse juntos y por lo tanto entre uno y otro debían de producirse múltiples concordancias. Así que dibujé la cabeza masculina a partir del retrato de Ferdinand-Philippe, Duque de Orleans, que hizo el pintor francés Ingres en1844. Yo había estudiado este cuadro en la exposición del Museo del Prado en febrero de 2016.
En cambio en el dibujo del personaje femenino he respetado la cara y el atractivo peinado del sarcófago, incorporándole largos adornos geométricos.
Las caras, manos y pies de las dos figuras humanas están resueltas de manera intencionadamente próxima al neoclasicismo. No quería que fueran un retrato de nadie en particular, sino una imagen claramente idealizada, y desde mi punto de vista, el neoclasicismo es la fuente de datos visuales más adecuada para este propósito.
El color, que es decisivo en estos dos dibujos, está basado en algunos colores que ser conservan de la época fenicia: los ocres rojizos, los colores tierra, y también los azules; pero he sustituido los azules por verdes ácidos.
Junto al color, la fuerte organización de la geometría es crucial en los dos dibujos. Las figuras son hieráticas, frontales y están encerradas en una forma antropomórfica general, que sigue muy de cerca el contorno de los sarcófagos. He querido diferenciar claramente la manera de dibujar los adornos y vestidos, de forma de dibujar la cara y las manos. Los vestidos son planos, predominando las formas geométricas muy marcadas: rombos, triángulos y círculos; en cambio, las caras, nariz, boca y ojos, y las manos y cada uno de los dedos, están modelados de forma muy figurativa y con mucho detalle. Así que, en el dibujo final hay tres tratamiento diferentes: el fondo, muy reducido en este caso, manchado con rojo turbio para que concuerde con el color rojo de las paredes de la sala; los vestidos y adornos, planos y geométricos; y las caras, pies y manos, muy figurativos.
Esta forma de trabajar, en la que los dibujos incorporan abundantes elementos documentales de épocas históricas, ha sido elaborada muy refinadamente por pintores como el neerlandés Alma-Tadema (1904) en sus escenas sobre Egipto, Grecia y Roma; así como por directores cinematográficos como el polaco Jerzy Kawalerowicz en el largometraje Faraón (1966).
Embarazada
Este fue el primer dibujo que hice para esta exposición y responde a la pregunta inicial: ¿quién pudo ser esa mujer? Como la información arqueológica indica que dentro del sarcófago se encontraron los restos de una mujer joven, se me ocurrió que podría estar embarazada y no pude evitar la extraña y desasosegante asociación entre embarazo y sarcófago. Como me sucede a menudo, el primer dibujo que hago para un nuevo proyecto artístico, resulta ser completamente distinto de todo los demás. Supongo que es la manera que tengo de concentrarme en el tema. El primer dibujo para una nueva exposición es el que más esfuerzo me cuesta y al que tengo que dedicar más tiempo. Supongo que se debe a que en él resuelvo el conjunto de los problemas con los que me voy a enfrentar en este nuevo reto artístico, aunque al final sea el que más se aparta de las características generales del conjunto de la serie.
Para dibujar la mujer en un estado avanzado de embarazo funcionaba mucho mejor el punto de vista de perfil. El dibujo mantiene el mismo peinado que la figura del sarcófago, así como la disposición general del cuerpo y el pequeño frasco de perfume que sostiene la mano derecha. La cara, corresponde a mi manera de dibujar los rostros humanos, especialmente los femeninos, que utilizo desde hace bastantes años: cada detalle está muy elaborado, y la suavidad de los volúmenes y la claridad de los colores están tomados de las cabezas del gran artista italiano de la escuela boloñesa Guido Reni (1619, c.1626-1629). Desde el cuello hasta el pubis la figura adopta la forma de un estudio de anatomía artística, y por eso, la figura completa está desnuda, lo que es infrecuente en mi obra.

Livia y Druso
¿Quiénes y cómo eran Livia y Druso? ¿Cómo dibujar a esas personas vivas? Son las mismas preguntas que me hice ante los sarcófagos fenicios. Sin embargo la relación entre mis dibujos y las esculturas romanas es bastante diferente a la relación con el arte fenicio. La arquitectura, el dibujo, la pintura y la escultura griega y romana son imágenes familiares y cercanas para mí, y, en general, para toda la cultura visual occidental desde el Renacimiento hasta la actualidad. El mundo grecorromano es mi mundo visual, mientras que las piezas fenicias, a pesar de su vecindad, tienen un matiz exótico, extraño y desconocido. Por eso los dibujos de la mujer y del hombre de los sarcófagos fenicios son diferentes de los dibujos de Livia y Druso. Mi relación con las piezas romanas es muy directa y espontánea. En cambio, ante los objetos fenicios tengo que ser más precavida. Al sentirlos más lejanos y desconocidos, tengo que respetar y tener cuidado con los datos de cada figura y de cada detalle. Con las obras de arte se establece una relación personal como la que establecemos con otras personas. Del mismo modo que nos sentimos mucho más libres y desenvueltos en una reunión familiar o con las amistades, que en una reunión de trabajo o con desconocidos, para mí la relación es mucho más relajada con el mundo romano que con el fenicio. La familiaridad me da mucha más libertad para la interpretación de esas piezas arqueológicas.
La sala número 4 del Museo de Cádiz, con un altísimo techo acristalado, gracias al cual la iluminación natural cambia constantemente con el transcurso del día, exhibe, junto a otras piezas, un retrato de Livia y otro de Druso. La cabeza de Livia, esposa del emperador romano Augusto, es de tamaño natural y está tallada en mármol blanco.
Está fechada entre el año 14 y el 37 n. e., y fue hallada en el Cerro del Castillo, Medina Sidonia. El retrato, que destaca por el llamativo peinado con un tupé alto sobre la frente, probablemente fue realizado a partir de un modelo oficial, en algún taller de la zona. Junto al de Livia se encontraron otros dos retratos masculinos, uno de Germánico y otro de Druso el Menor, que probablemente formaron parte de un grupo escultórico encargado por las élites provinciales de la época (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, s.f., a y b).
Desde el primer momento decidí que en la forma de trabajar los dibujos de Livia y Druso tenía que buscar el contraste y no la similitud con las piezas escultóricas que llenan la sala. Mis dibujos, sin llegar a ser disonantes, tenían que diferenciarse de la homogeneidad cromática de las esculturas de mármol, tanto de las cabezas como de los cuerpos togados. Únicamente de esta manera podrían llegar a equilibrar la magnitud del espacio y la cálida luz que envuelve el conjunto.
El soporte de los dibujos es un papel pintado industrial de color ocre grisáceo, ligeramente heterogéneo, con un amplio motivo decorativo, casi circular, estampado en blanco. Si el soporte de mis dibujos hubiese sido un papel blanco me hubiera sentido obligada a dibujar, con cierto detalle y exactitud, los pliegues de los vestidos de Livia y Druso; pero usando el papel pintado podía prescindir de esa preocupación ya que las ligeras variaciones de entonación del estampado proporcionan suficiente vibración a los ropajes.
Livia y Druso están dibujados de perfil mientras que sus retratos y los cuerpos togados están esculpidos para ser vistos de frente, ya que la parte posterior de las esculturas está mucho menos elaborada que la frontal. Decidí esta vista de perfil en mis dibujos y que las figuras tuvieran un ligero movimiento porque, pensando en el lugar exacto en el que iban a exponerse era necesario buscar el contraste entre las esculturas frontales y estáticas de los togados y las figuras de mis dibujos. Livia y Druso tenían que producir la sensación de personas caminando entre esas esculturas tan potentes, tan antiguas y tan quietas. Sus túnicas no son austeras como las de las esculturas, sino que tienen adornos con referencias griegas y egipcias. Los dos están situados sobre una cenefa con la figura de un león que es un símbolo de la época romana. La forma de trabajar estos dibujos está condicionada por el tipo de soporte.
El color de las tintas y el tratamiento gráfico es muy abierto, y juega con planos transparentes, para que ninguna de las partes ni elementos de las figuras llegue a ocultar nunca el fondo del papel pintado.
La cabeza de Livia está dibujada con un peinado que no es exactamente el del retrato del Museo de Cádiz pero que es congruente con otros retratos de mujeres romanas. Al igual que su túnica, el peinado está adornado para hacer más viva toda la cabeza. El pasador que adorna el pelo, que no está inserto en el peinado sino superpuesto es de mi invención, a partir de motivos fenicios. La figura de Livia y especialmente la cabeza está relacionada con los sofisticados retratos del pintor y poeta prerrafaelista inglés Dante Gabriel Rossetti (1866 y 1874) al que he estudiado con asiduidad.
La cabeza de Druso está inspirada en una temprana pintura de Ingres titulada Torso masculino (1799) que también pude estudiar en la exposición del museo del Prado. El retrato de Druso que se expone en el Museo de Cádiz y la cabeza del cuadro de Ingres curiosamente coinciden en las largas patillas que llegan hasta la parte inferior del ángulo de la mandíbula.
El color de estos dos dibujos está dominado por los rojos, los azules y dorados, evitando los verdes. Los azules contrastan con el color dominante de la sala, muy amarillo y muy cálido. Así como algunas decisiones sobre estos dibujos, su tamaño, la sensación de movimiento, el punto de vista de perfil, etc., las tuve muy claras desde el principio, mi decisión sobre el color fue mucho más elaborada. La intensidad del color no debía restar protagonismo a las esculturas de mármol de la sala, así que había que buscar un delicado equilibrio cromático para evitar tanto la fusión con el entorno como un disonante contraste, para conseguir alcanzar un confortable diálogo visual.